Arrójale el libro
El ministerio de Jesús tuvo un comienzo maravilloso. En Mateo 3, fue bautizado y oyó las confirmadoras palabras de Su Padre: «Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia» (v. 17). Pero las cosas dieron un giro negativo.
El placer es mío
Siempre espero el verano. El cálido sol, los deportes, las playas y las barbacoas son placeres que traen gozo después de un invierno largo y frío. Pero la búsqueda de placer no es algo solamente estacional. ¿Acaso no nos gusta a todos una buena comida, una conversación interesante y unas brasas ardientes?
Factor miedo
Si eres admirador de Shakespeare, sabrás que sus héroes siempre tienen una grave debilidad de carácter. Esto ayuda a elaborar una buena historia y enseña algunas lecciones importantes. Lo mismo sucede con nuestro héroe de la Biblia: Abraham. ¿Su debilidad? El miedo.
Perspectiva problemática
Es inevitable que los problemas invadan nuestra vida: Recibir un mal resultado de un estudio médico, que un amigo de confianza nos traicione, que un hijo nos rechace o que un cónyuge nos abandone. La lista de posibilidades es extensa, pero hay solo dos opciones: seguir adelante solos o acudir a Dios.
Riqueza verdadera
El dinero tiene un poder descomunal. Trabajamos para conseguirlo, lo ahorramos, lo gastamos, lo usamos para satisfacer nuestros deseos terrenales y, después, queremos tener más. Consciente del peligro que representa como causa de distracción, Jesús enseñó más sobre él que sobre cualquier otro asunto. Y, hasta donde sabemos, el Señor jamás aceptó una ofrenda para sí. Sin duda, no enseñó sobre el dar para llenar sus bolsillos, sino que advirtió que confiar en las riquezas y usarlas para conseguir poder bloquea nuestras arterias espirituales con más rapidez que la mayoría de los demás impedimentos para el crecimiento cristiano. Al narrar la historia del «rico insensato», avergonzó a Sus oyentes porque ellos no eran ricos para Dios (Lucas 12:13-21), lo que indica que la definición divina de la riqueza es sumamente diferente a la de casi todos nosotros.
Bueno para nada
Mi esposa Martie es una excelente cocinera. Sentarse a disfrutar de sus delicias culinarias, después de un día de intensa actividad, es un verdadero regalo. A veces, cuando terminamos de cenar, ella hace algunas tareas y me deja solo; entonces, debo decidir si tomo el control remoto o limpio la cocina. Cuando quiero portarme bien, me arremango, pongo los platos en el lavavajillas y rasco las ollas y las sartenes… todo por el gozo de oír la reacción de gratitud de Martie que, por lo general, dice algo así: «¡Vaya, Joe! ¡No tenías por qué ponerte a limpiar la cocina!». Lo que me da la oportunidad de decir: «¡Quería demostrarte cuánto te amo!».
Verdadero premio
Estoy asombrado por el impacto que mi esposa Martie ha tenido en la vida de nuestros hijos. Muy pocas funciones exigen la clase de perseverancia y de entrega sacrificada e incondicional que tiene la maternidad. Sin duda, mi carácter y mi fe han sido moldeados por mi madre, Corabelle. Seamos realistas, ¿dónde estaríamos sin nuestras esposas y nuestras madres?
¿Vida injusta?
¿Alguna vez sentiste que la vida es injusta? Para los que estamos comprometidos a hacer la voluntad de Dios y seguir Sus caminos, es fácil frustrarse al ver que a las personas que no tienen interés en Él aparentemente les va bien en la vida. Un empresario engaña y, sin embargo, consigue un importante contrato, y el muchacho que se pasa todo el tiempo de fiesta es robusto y saludable. Mientras tanto, tú o un ser querido lucha con las finanzas o con problemas de salud. Esto nos hace sentir desengañados, como si no sirviéramos para nada.
Dos reglamentos
¿Alguna vez te sentiste abrumado por los reglamentos y las expectativas? Imagina cómo se habrá sentido el pueblo judío cuando trataba de cumplir más de 600 reglas del Antiguo Testamento y muchas otras que le habían impuesto los líderes religiosos de aquella época. Imagina también su sorpresa cuando Jesús simplificó la búsqueda de la rectitud al reducir la lista a solo dos cosas: «Amarás al Señor tu Dios» (Mateo 22:37) y «amarás a tu prójimo como a ti mismo» (v. 39).
Difícil de imaginar
Cada vez que mi esposa Martie y yo nos preparamos para salir de vacaciones, nos gusta leer sobre el lugar adonde iremos, estudiar los mapas y anticipar la alegría de llegar, finalmente, al lugar con el que hemos soñado durante tanto tiempo.